Las
giberelinas son un grupo muy amplio de compuestos químicos fabricados por plantas y hongos. Dentro de la planta y en sus formas activas actúan como
hormonas, lo que quiere decir que –en interacción con otras sustancias
químicas– regulan multitud de procesos fisiológicos de las plantas.
Tradicionalmente se han relacionado con el aumento de la longitud del tallo,
pero la investigación ha demostrado que están directamente implicadas en
procesos como la germinación de las semillas y la movilización de las reservas
del endosperma, en el inicio del crecimiento tras la parada invernal, en la
floración y el desarrollo floral y en el cuajado de frutos. Como a estas
alturas más de uno ya estará pensando en él habrá que aclararlo:
No hay que confundir giberelinas con ácido
giberélico; no son exactamente lo mismo. Pero, como decía
Jack the Ripper –y los Estopa–
“vamos por partes…”
Químicamente
las giberelinas son terpenos tetracíclicos, palabro que viene a
significar que son moléculas orgánicas compuestas por una cadena de 20 carbonos
organizada en 4 anillos como la que veis arriba de la primera imagen. Pero del
más del centenar de giberelinas descritas hasta el momento solo unas pocas
tienen actividad hormonal –las otras son precursores o metabolitos– y, curiosidades
de la naturaleza, las que tienen efecto hormonal son precisamente las excepciones que tiene la regla, pues solo portan 19 carbonos en su cadena.
Las más famosas podéis verlas en la parte de abajo de la primera imagen; la GA1 es la única sintetizada por todos los vegetales superiores, la GA4
es sintetizada por algunas plantas (entre ellas, las cucurbitáceas), y la GA3 es el famosísimo ácido
giberélico que –fíjate por donde– apenas
puede encontrarse de forma natural en los vegetales. Aunque el GA3
es activo en las plantas, se trata de una giberelina típica de hongos; de hecho
fue descubierta –y aún hoy en día es sintetizada así– cultivando al hongo Gibberella fujikuori (de ahí su nombre)
Por eso –y aunque su toxicidad es bajísima– a efectos legales se trata de un fitoregulador, y como tal está
sujeto a la misma legislación que un pesticida; requiere registro, autorización
de uso por cultivo, plazo de seguridad, limitación del número de repeticiones y
LMR –de 5 ppm en la Unión Europea–.
Aunque
algunos alquimistas afirmen que esto
de las hormonas vegetales es muy simple –quién no ha oído la cantinela de “ésta para, ésa cuaja y aquélla engorda”–
la realidad es que la regulación hormonal de la planta es un tema muy complejo lo mires por donde lo mires.
Centrándonos en este grupo, la concentración máxima de giberelinas se encuentra en las semillas y frutos en
desarrollo, pero la realidad es que no se sintetizan allí. Las enzimas que las
sintetizan se concentran en los ápices en crecimiento
y sus precursores son movilizados al resto de la planta por el floema, donde se
finaliza la síntesis de los compuestos finales con actividad hormonal; o sea,
para que se formen giberilinas activas (GA1 o GA4) en
flores y frutos tiene que haber actividad en los ápices en crecimiento.
Curiosamente, el metabolismo de las giberelinas es regulado por la propia
concentración de giberelinas activas: qué sube esta concentración, se activan los
genes de las enzimas que las degradan; qué baja, pues se activan los genes de
las enzimas que las fabrican. La planta siempre tratará de mantener la
concentración de giberelinas activas en un rango muy estrecho, pero la duración
del día y las temperaturas provocan sutiles variaciones de la concentración;
al alargar los días e incrementarse las temperaturas aumentará
ligeramente la síntesis de giberelinas y la planta empezará a crecer más y a
alargar los entrenudos. Además, la concentración de giberelinas activas afecta a la
producción de otras hormonas vegetales como las auxinas –y viceversa–. Lo dicho, que el asunto éste de la regulación hormonal de las plantas es un tema
muy, pero que muy complejo, y habría que ir con pies de plomo antes de
alterarlo alegremente en nuestro cultivo.
Pero siempre hay un roto para un descosido, así que no me sorprendí
cuando una compañera con menos años de experiencia me interrogó acerca del extraño
rajado de los pepinos de la cuarta foto. Había visto esos síntomas hace años,
después de que un agricultor tratase con ácido giberélico unos pepinos envejecidos para rejuvenecerlos. Un poco
de investigación confirmó mis sospechas, el GA3 había corrido por las tuberías
de sulfato de la finca; afortunadamente parece que fueron pocos frutos y que a
la plantación le quedaban pocos días –recuerdo un caso de hace años donde no hubo
tanta suerte–.
Por cierto, como podéis ver las grietas son muy
evidentes y –aunque a estas alturas puedo esperarme cualquier cosa de los
peones agrícolas– es difícil no ver algo así al recolectar; además, la pulpa de
los frutos en la grieta apenas estaba cicatrizada, por lo que me inclino a
pensar que se trata de un rajado postcosecha. La hipótesis sería que, al separar al
fruto de la planta y cortar el suministro de agua, los estomas del fruto se
cierran –al comenzar a deshidratarse las células oclusivas– y el fruto estalla por no poder aliviar la presión solamente por la cutícula; pero lo cierto es
que no estoy nada seguro de ella…