El granizo y la lluvia que han caído la semana pasada en
el poniente almeriense han producido daños irreparables en algunos
invernaderos. De ellos se ha hablado en la entrada anterior y en los comentarios
que le acompañan. Mi solidaridad también para los agricultores afectados. La
lluvia, aunque caiga mansamente, suele también acarrear daños colaterales en
aquellas fincas en las que se recoge el agua de lluvia en la balsa de riego.
Dependiendo de la cantidad de agua recogida en la balsa, estos daños pueden
afectar al cultivo más o menos gravemente según los cuidados que se apliquen en
el manejo del fertirriego.
Al mezclarse el agua de lluvia con el agua de la balsa
dará como resultado un agua con unas características equivalentes a los porcentajes
de la mezcla realizada. Por ejemplo, para un agua de lluvia de CE 0,1 dS/m (no
suele superarse este valor) y un agua en la balsa de 0,9 dS/m, mezcladas al
50%, el nuevo agua tendrá una CE de 0,5 dS/m. Esta consideración es válida para
todos los iones presentes en ambas aguas (el valor del pH no se rige por esta
regla y más adelante comentaremos sus particularidades). Seguimos con los
mismos datos del ejemplo anterior. Hemos pasado de estar regando con una agua
de 0,9 dS/m a regar con una agua de 0,5 dS/m. Si en la máquina de riego no se
hace ningún ajuste, de pronto, se estarán aportando 0,4 dS/m extras de
nutrición. En condiciones normales esto supondrá un aumento en el nitrógeno
aportado al cultivo del 40-60 %, suficiente como para poder producir desequilibrios
importantes en la planta. Si por el contrario, el cambio de manejo del
fertirriego lo hacemos bajando en 4 décimas la CE en máquina, entonces la
nutrición aportada será la misma pero no estaremos compensando la pérdida de
nutrientes que el agua de riego original nos aportaba puesto que el calcio,
magnesio y sulfatos que tuviera el agua se habrán reducido a la mitad. Esto
quiere decir que, desde el punto de vista nutricional, en estas situaciones,
hay que recalcular las soluciones nutritivas teniendo en cuenta la mezcla
producida o lo que es lo mismo la nueva CE del agua mezclada.
Para el caso del pH las consideraciones son distintas. El
nuevo pH obtenido en la mezcla es menos predecible puesto ello que dependerá de
los porcentajes de la mezcla y de los bicarbonatos que hayan quedado en el
agua. Para el mismo ejemplo anterior, consideramos que el agua de lluvia no
lleva prácticamente bicarbonatos y que el agua de CE 0,9 dS/m tiene alrededor
de 3,5 mmol/l de bicarbonatos. Por lo tanto, al mezclar ambas al 50 %, la nueva
agua de riego tendrá 1,75 mmol/l de bicarbonatos. El valor del pH medido con un
peachímetro seguirá siendo prácticamente el mismo que el del agua de riego
original, alrededor de 7,5, lo que ocurre es que este nuevo agua tendrá una
respuesta totalmente distinta al tratamiento con los ácidos. Para cultivos en
suelo, si preparamos una SN para un agua con 3,5 mmol/l de bicarbonatos se
puede aportar 1 mmol/l de ácido fosfórico y programar un pH en máquina de 6,0.
Si todo funciona bien, la máquina inyectará aproximadamente 1,5 mmol/l de ácido
nítrico para obtener el pH programado y en total se inyectarán 2,5 mmol/l de
ácidos (1 de fosfórico y 1,5 de nítrico) que dejarán en el agua de gotero 1
mmol/l de bicarbonatos y un pH 6,0. ¿Qué pasa cuando, como resultado de la
mezcla, se han quedado en el agua de riego 1,75 mmol/l de bicarbonatos?. Pues
que si se sigue con la misma programación, el pH bajará a niveles bastante
ácidos porque solo hay 1,75 mmol/l de bicarbonatos para destruir y nosotros
estamos metiendo no menos de 2,5 mmol/l de ácido así que en el agua de riego
quedarán H+ libres que darán un fuerte bajón al pH. Las bajadas de
pH hasta 4,5 no son peligrosas para los cultivos en suelo pero si que lo son
para los cultivos en perlita y lana de roca y algo menos para los cultivos en
fibra de coco. En situaciones más agresivas los sustos pueden también venir
para cultivos en suelo. Por ejemplo para mayores mezclas con agua de lluvia o
aguas de riego que tiene más bicarbonatos y se aportan mayores cantidades de
ácido (en algunas zonas de Almería hay aguas con 5 y 6 mmol/l de bicarbonatos).
La solución para estas situaciones pasa por ser muy
minuciosos en el control del pH. Para ello, lo más inmediato, es desactivar del
equipo de riego el control del pH y no meter ácido nítrico. Esta acción será
casi siempre más que suficiente para cultivos en suelo que no corren ningún
peligro aunque se trabaje a pH cercanos al 4,5. Para cultivos sin suelo en
sustrato inerte (lana y perlita), es posible que no sea suficiente con la
desactivación del control del pH porque el aporte de ácido fosfórico, que está
en los tanques de abono, no logra mantener el pH en gotero por encima de 5,0.
En esta situación, si el ácido fosfórico está solo en un tanque, se baja su porcentaje
de inyección. Si está mezclado con otros abonos y podemos preparar más abono,
porque hay espacio en el taque, entonces se aporta fosfato monoamónico o
fosfato monopotásico en lugar del ácido fosfórico. Ya escribí en otra entrada sobre la medición del pH. Sigo recomendando y aconsejando el uso de las tiras
de color como método eficaz y barato y que, para situaciones de estas, aportan
una gran ayuda.