En cuanto aparecieron los síntomas, el propio agricultor realizó un análisis de suelo, cuyo informe podéis ver en la segunda imagen. Ignoremos las marcas de bolígrafo y analicemos en profundidad los resultados, que la cosa tiene miga... Para empezar, se trata de un suelo franco, con un alto porcentaje de limo -le falta poco para ser franco-limoso- y una cantidad de arcilla relativamente baja; vamos, que es un suelo fresco, pero que no retendrá demasiada agua y drenará muy bien. El CIC del suelo es bastante alto (17,11 meq/100 g), cerca de lo que ya se puede considerar un suelo fértil -con un poco más de materia orgánica sería casi perfecto-, pero además el complejo de cambio muestra unos niveles de calcio excelentes (13,09 meq/ 100 g, o sea, un 76,5%); y encima los niveles de carbonato cálcico son altos (27,47%) con lo cual la reserva primaria de calcio en el suelo está más que garantizada. Si nos fijamos en el extracto saturado, los niveles son demasiado altos (sobre todo en el caso del sulfato), pero las relaciones entre los cationes son buenas, lo que indica que el abonado pudo haber sido excesivo, pero relativamente equilibrado. Si nos centramos en el calcio, tiene un nivel de 32,7 meq/L -o 16,35 mmol/L-, o sea que por estar, el calcio está hasta demasiado alto, ayudado por el hecho de que el agricultor incremento el aporte de calcio en cuanto vio la "peseta" en sus tomates; así que si ayer teníamos carencia de calcio sin "peseta", hoy tenemos "peseta" con un suelo que tiene calcio a puntapiés... ¡Vaya por dios!. La conductividad es también altísima (6,22 dS/m), pero ya vimos en el post de ayer que -incluso sin calcio en la solución del suelo- esos niveles de conductividad eléctrica no tienen por que causar "peseta" a un tomate; como bien saben muchos tomateros de Nijar -acostumbrados a lidiar con aguas muy salinas y a bregar con conductividades similares en sus suelos- con estas conductividades el calibre del fruto se resiente, pero no tienen porque aparecer problemas de blossom end rot si el manejo del riego y del clima es el adecuado. El agricultor estaba metiendo riegos bastante largos -de hecho, estaba metiendo mucha agua- y una conductividad de abonado no demasiado alta para tomate (algo menos de 3 dS/m)
¿Qué demonios estaba pasando para qué tuvieramos conductividades altas y blossom end root en un suelo excelente, donde se estaba aplicando agua más que suficiente, con un agua de riego de conductividad moderada y un abonado correcto?... Ahí es donde entran en juego varios detalles. Cojamos el caballón regado con un solo gotero colocado justo al lado de la planta y un suelo pobre en arcilla que drena muy bien; combinémoslos con los riegos largos que diariamente estaba aplicando el agricultor y tendremos la respuesta: La dotación de agua diaria era correcta, pero se estaba aplicando incorrectamente -en un riego largo-; se habían formado canales preferentes justo debajo del gotero (en los que el agua siempre va por donde ya hay agua, como las gotas de lluvia que resbalan por el cristal de una ventana), así que el agua escapaba a las capas profundas del suelo -fuera del alcance de la raíz- sin alcanzar el resto del caballón, que al desecarse había concentrado las sales hasta niveles demasiado altos. El caballón, primorosamente preparado para albergar las raíces de las plantas de tomate, se había convertido en gran parte en un frente salino incapaz de proporcionar agua a las plantas. Resultado: estrés hídrico extremo a las pocas horas de acabar de regar -probablemente más o menos desde el medio día hasta el crepúsculo durante todo el mes de septiembre- con frutos recién cuajados en las plantas y, consecuentemente, "habemus pesetazo". El problema derivaba de un manejo del riego inadecuado, que debería haber sido fraccionado en varios riegos diarios incluso desde antes de la plantación, en los riegos destinados a poner el caballón en tempero.
Y es que el movimiento del agua en el suelo depende de dos fuerzas: por un lado la gravedad, que tiende a arrastrar el agua hacia abajo y aumenta con la duración del riego -a más minutos, más agua; a más agua, más masa y a más masa, más gravedad-; y por otro la capilaridad, que tiende a arrastrar al agua hacía los lados y aumenta conforme en el suelo hay fracciones más finas -o sea, cuanta más arcilla tiene el suelo-. El vídeo siguiente -extraído de youtube- ilustra perfectamente lo que he expuesto (está en inglés, pero puede seguirse fácilmente sabiendo que sand significa arena, slit significa limo y clay significa arcilla)
Viendo el vídeo parece claro que, cuanto menos arcilloso sea un suelo, más cortos tendrán que ser los riegos para provocar que el agua se mueva hacia los lados... Si en suelos que drenan muy bien (como es el caso del suelo franco -casi franco-limoso- labrado en caballón de aquella finca) damos riegos muy largos, la gravedad durante el riego será siempre mucho más fuerte que la capilaridad, así que el agua tenderá a perderse hacia los horizontes más profundos del suelo sin moverse apenas hacia los lados. Si perseveramos en el error, acabaremos formando canales preferentes en un bulbo húmedo muy estrecho, por el que agua circulará muy rápido por gravedad sin apenas movimiento lateral -que fue exactamente lo que pasó en el caballón de aquella finca-.
Ahora mismo más de uno estará pensando que eso no pasa en sus fincas enarenadas; y es verdad, porque -salvo en suelos muy arenosos- este fenómeno no suele ocurrir en los enarenados. ¿Por qué? Porque nuestro enarenado es un suelo extremadamente estratificado, con arena en la capa superior y una tierra más o menos arcillosa en la capa inferior, es decir, es un suelo con dos horizontes muy bien diferenciados y con tasas de infiltración muy diferentes. Cuando se da un riego largo en un enarenado pasa algo similar a lo que ocurre en el segundo vídeo -concrétamente en el periodo entre los 1:27 minutos y los 2:09-, aunque algo menos acusado. El agua que sale por nuestro gotero atraviesa rápidamente la capa de arena, pero cuando llega al suelo se frena al disminuir la tasa de infiltración; este cuello de botella provoca que el agua se desborde hacia los lados y se abra el bulbo húmedo -lo que coloquialmente llamamos aquí "hacer camá"-. Tan solo en enarenados sobre suelos muy arenosos, donde la diferencia entre las tasas de infiltración de la arena y el suelo es muy baja, pueden aparecer problemas de este tipo; y os aseguro que no hablo por hablar, alguno he sufrido en mis propias carnes.
Después del análisis el agricultor cambio la forma de regar, cambiando el riego largo por varios riegos diarios más cortos, pero resaturar y lavar un caballón es un proceso muy difícil y muy lento[1], así que -a pesar de los numerosos tratamientos con toda clase de gargerias (quelatos de calcio incluidos) que aplicó el agricultor- los problemas persistieron durante semanas, hasta que la bajada de las temperaturas y los días más cortos redujeron la demanda de agua de la planta. En las siguientes campañas el agricultor comenzó desde el principio a dar varios riegos cortos al día, y los problemas de peseta no volvieron a repetirse.
En los comentarios de hace dos sábados se me pidieron argumentos y se me instó a recomendar los mismos productos que recomiendan muchos de mis compañeros de profesión (y aclaro que están en su perfecto derecho de hacerlo) En cuanto a lo primero creo que he sido más que generoso en estos dos post. En cuanto a lo segundo, llevo ejerciendo mi profesión 17 años en la comarca del Poniente almeriense y -gracias a los requerimientos de los programas de calidad- he visto e interpretado cientos de análisis de suelo, en muchos de los cuales se reflejaban las nefastas consecuencias para nuestros suelos de abonar a base de "pelotazos de güano", tratando de modificar -la inmensa mayoría de las veces sin conseguirlo- el comportamiento de la planta de un plumazo, sin actuar sobre los parámetros que realmente influyen sobre el vegetal, que no son otros que el riego, el clima y las faenas culturales. Y que al mismo tiempo, trabajando como trabajamos con aguas de riego de excelente calidad y suelos naturalmente calizos, se hable de "suelos bloqueados", de "calcios quelatados" o de "quitasales" me parece una soberana absurdez. En todo este periodo aún no me he encontrado con un problema de blossom end rot que no se debiera a manejos inadecuados del riego o a condiciones climáticas extremas, muchas veces provocadas por manejos erróneos del blanqueo o la ventilación. Respecto a mi opinión sobre los famosos quelatos de calcio, considero que son innecesarios para prevenir la peseta y totalmente inútiles para corregirla; como he dicho alguna vez en algún comentario, opino que si hablamos de hortalizas de fruto -que es lo que trabajamos en los invernaderos de Almería y de lo que puedo hablar- la ligera mejoría que experimentan las plantas cuando se utilizan estos productos no es atribuible al calcio, sino a los aminoácidos que acompañan a estos quelatos -o que directamente complejan al catión-; no en vano algunos aminoácidos tienen efecto osmoprotectante en los vegetales, contribuyendo a mejorar el potencial osmótico de las células y por tanto su resistencia frente a estreses salinos, hídricos o transpiratorios. Pero ya puestos, personalmente prefiero no andarme con pamplinas y utilizar directamente sustancias con este efecto osmoprotectante que están disponibles en el mercado desde hace muchos años, como pueden ser el GABA (Auxigro) o la glicina-betaína (Greenstim). Líbreme dios de tratar de convencer a nadie; la fe es libre, y libre soy yo también de centrar mi fe en la química, la física y la fisiología vegetal en vez de en la vieja agricultura de la sota, el caballo y el rey.
[1] Como bien saben aquellos que han intentado resaturar una bolsa de sustrato, volver a saturar una pequeña bolsa de sustrato de 25 o 30 litros es una pesadilla si el sustrato es lana de roca, que apenas tiene capilaridad. Incluso la perlita, que tiene una capilaridad más que notable, es muy difícil de resaturar si el corte de drenaje se ha realizado en el fondo de la bolsa y no se ha dejado agua de reserva; así que imaginad la dificultad de resaturar y lavar ese enorme caballón, con un volumen muy superior a cualquier bolsa de sustrato.